sábado, 14 de diciembre de 2013

Año Nuevo... ¿¡Vida nueva!?




Año Nuevo... ¿¡Vida Nueva!?





Cuando se acerca el fin de un año, el fin de un pequeño ciclo dentro de nuestras vidas, suele acometernos el deseo de repasar ese ciclo y las cosas que hemos llevado a cabo durante su transcurso. Éxitos y fracasos pasan rápidamente -demasiado rápidamente- delante de nuestros ojos, de la imaginación, y preferimos olvidar todo prometiéndonos mil mejoras para el próximo lapso que, finalmente, no será muy diferente al anterior. Dos problemas coinciden de manera influyente en este panorama, dos problemas a los que queremos referirnos en este artículo. Uno de los conflictos mayores es la indecisión de los humanos acerca de lo que verdaderamente queremos ser y hacer. Esto lleva a vegetar en vidas medianas, opacas y carentes del brillo del idealismo. Todo se resuelve en una perpetua angustia, que se borra apenas por fugaces momentos, pero que nunca es erradicada, porque en realidad nunca desaparece. El trasfondo de este problema es simple pero profundo: la angustia diaria, la angustia del momento presente, es el resultado de otras radicales y angustiosas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? Si el ser humano no tiene definidos ni sus principios ni sus fines, ¿Cómo puede definir su momento presente? Para decidirse a hacer algo, para decidirse a ser alguien, hay que SABER qué es el hombre en general, y quiénes somos particularmente cada uno de nosotros. Es necesario resolver el origen y el fin de nuestras vidas, no en la vulgar respuesta de la materia que "aparece y desaparece" por "leyes casuales", sino en la verdad de una Ley Causal que encierra el misterio de nuestras vidas humanas y de todas cuantas formas de vida existen. Hay que adentrarse hasta la Raíz Divina -bajo el nombre que a Ella quiera dársele- para reconocer la propia raíz humana. Hay que vibrar con el ritmo de la evolución universal para sentirse igualmente imbricados dentro de ese ritmo, y comprometidos con esa misma evolución. Entonces podremos vivir años distintos unos de los otros, años mejores unos que otros a medida que ellos transcurren; entonces se borrará la opacidad de nuestras vidas, pues cada minuto que pase será un minuto de mayor claridad interior. El otro conflicto es la confusión entre lo temporal y lo atemporal, entre lo que vive y se gasta y aquello otro que perdura sin desgaste. Indudablemente nuestras vidas suponen un juego perpetuo entre valores temporales y cambiantes y valores perpetuos y estables. Pero hay que llegar a diferenciar perfectamente unos de otros. Del mismo modo en que ninguno de nosotros puede identificarse totalmente con el cuerpo; del mismo modo en que, aunque el cuerpo envejece, nosotros podemos seguir siendo jóvenes por dentro, porque la Juventud radica en el alma; así, y no de otra forma, debemos escoger como guía aquellos valores que no perecen con el tiempo. La diferencia está entre lo duradero y lo eterno. Lo duradero, dura... pero finalmente se acaba; se traduce en modas más o menos largas, pero modas al fin. Lo eterno es siempre, ahora, antes y después; aunque miles de voces "de moda" pretendan disminuir lo eterno, ello vive fuertemente arraigado en cada uno de nosotros. El hombre de las viejas civilizaciones, ése que hoy aparece en forma de coloridas imágenes en los libros de historia, y el hombre de nuestros días, ambos siguen entendiendo de la misma forma el valor del Bien, de la Virtud, de la Amistad, del Amor, del Honor, del Deber, de la Fidelidad...   Si abandonamos las falsas vergüenzas, las que nacen de las modas fugaces, no existirán temores al manifestar que todavía nos importa, y mucho, el seguir siendo buenos, fieles, amorosos, honorables, valientes, virtuosos, en general.   La actitud del ser humano no debería fundamentarse en modas, sino en verdades. Las modas muchas veces son apenas producto de la cobardía interior. Si ser virtuoso es difícil, entonces se menoscaba la virtud y se la desprecia lo suficiente como para que nadie se preocupe en alcanzarla. Pero si despierta el Hombre Interior, se alzará por encima de estas cuestiones temporales y variables, y hará oír su voz.   El Año Nuevo es lo que cambia; el tiempo es lo eterno. Un año y otro se distinguen por el acento que pongamos nosotros mismos en ellos, pero nosotros seguimos siendo los mismos. El Nuevo ciclo debe suponer un respiro en el camino, un alto para meditar y planificar, sin olvidar la continuidad, la suma de experiencias y esfuerzos anteriores. Y, sobre todo, supone la promesa con nosotros mismos de avanzar un paso más, hacia una nueva meta en aquello que decidimos lograr.   Entonces, unidos podremos brindar por un Año no sólo Nuevo, sino Mejor. 


Delia Steinberg Guzmán. Directora Internacional de Nueva Acrópolis     Nueva Acrópolis - Honduras Organización Cultural internacional info@acropolishonduras.org    Micro Cápsula: Nueva Acrópolis, organización internacional sin fines de lucro de carácter filosófico y cultural. Te desea una Feliz Navidad y Próspero  Año Nuevo y que entre tus  propósitos  exista un espacio para el crecimiento personal.  Visítanos en: WWW.ACROPOLISHONDURAS.ORG  e Infórmate de nuestros cursos y  conferencias . Para mayor información puedes llamar al  Tel. 2232-0727

sábado, 7 de diciembre de 2013



Las preguntas más importantes en la vida

Milagros Asto y Ricardo López
Desde pequeños, las preguntas nos han acompañado e impulsado a descubrir la vida. ¿Quién no se ha preguntado, alguna vez, quién hizo este mundo y para qué, si existe el destino, si existe la eternidad, si realmente tenemos un alma inmortal o todo acaba con la muerte, cuáles son los límites del universo...
Las preguntas más importantes en la Vida
Esa disposición de preguntarse, de desear encontrar respuestas es algo que acompaña al hombre desde que apareció en la faz de la Tierra: si investigamos en las más remotas culturas de Oriente y Occidente encontraremos estas mismas inquietudes.
Miles de años antes de Cristo, en la antigua India, las descubrimos en el magnífico poema del Bhagavad Gita que escenifica el diálogo del guerrero Arjuna y su Maestro Krishna sobre los motivos fundamentales de la existencia y la razón de ser de la propia vida, o en la Cultura Egipcia y su “Libro de los Muertos”, expresado en simbólicos pasajes en los que el alma del iniciado discurre a través de diferentes pruebas oteando la esencia del ser y el existir, y hasta en la misma civilización azteca por medio de la así llamada “Guerra Florida”, cuyo sentido no es otro que el despertar a la vida interior o espiritual.
En la antigua Mesopotamia, las encontramos en el mito de Gilgamesh, el héroe que ante la muerte de su mejor amigo, sufre terriblemente y se pregunta dónde está, si volverá o no.
El hombre siempre se interrogó
De no haber tenido esa predisposición desde la edad de las cavernas no se hubieran atrevido a salir de su oscuro refugio preguntándose qué hay más allá de los límites de lo que ve. Jamás se habrían arriesgado a investigar cuáles son los confines del mundo.
El cuestionarse sobre todo aquello que se vive y todo lo que ocurre es quizá una de las principales características de la condición humana.
Los animales no se interrogan, viven simplemente siguiendo sus instintos. Tampoco las plantas se interrogan. El autocuestionamiento es un aspecto que distingue a los humanos. Decía el Profesor Jorge A. Livraga que sólo hay dos tipos de seres humanos que no tienen inquietudes: los sabios o los imbéciles. Los primeros porque ya se respondieron las preguntas esenciales y los segundos porque su estado de imbecilidad les niega la posibilidad de darse cuenta siquiera de que el misterio nos rodea por todas partes.
Todos nos hemos preguntado alguna vez: “¿quién soy?, ¿cuál es mi origen? ¿cuál es mi destino?” Todos somos, en mayor o menor medida, “filósofos”. Esta palabra, de origen griego, viene de “philo-sophia”: el amor a la sabiduría.
Sin embargo, cuántos de nosotros no habremos concluido de manera apresurada que tales preguntas carecen de respuesta y creyendo que son producto de la inmadurez, las hemos postergado y finalmente ignorado, por dedicarnos a “cosas realmente útiles”.
¿Acaso no es útil conocer qué es la felicidad, cuando todos nuestros actos buscan tal fin? ¿Será útil conocer qué sentido tiene mi vida o es mejor vivir a ciegas, sin saber ni de dónde vengo ni a dónde voy y finalmente cuando muera, no saber para qué existí?
Al hombre no le basta con lo que percibe de manera inmediata, quiere ir más allá y conocer qué hay detrás de todo lo que ve, toca o escucha. Tanto es así que los más grandes pensadores y maestros han tenido como ocupación principal la búsqueda de respuestas a tales cuestiones. Pues como dicen todos ellos: “una existencia sin una búsqueda, sin una pregunta, sin una duda, sin una intranquilidad, sin el deseo de saber cuál es el sentido y el trasfondo de la vida, sin claridad de miras ni coherencia, sin un destino es la peor de las desgracias.”
Quizá las respuestas no estén en el mundo concreto, físico, si no en el meta-físico: lo que está más allá de lo físicamente perceptible.
Ingresar en lo Metafísico es conocer el lado profundo del ser de cada uno, es conocer la naturaleza de los sentimientos, de los pensamientos, del alma, es acercarse al misterio mismo de nuestra presencia en la faz de la Tierra, a la raíz de la vida.
La Metafísica y la Filosofía sirven para que descubrir tu realidad interior, tus potencialidades y sobre todo, para responderse a preguntas tan importantes como ¿cuál es el sentido de la vida?
Micro Cápsula

Nueva Acrópolis,es una  organización internacional sin fines de lucro de carácter filosófico y cultural. En  más de 50 países, se ofrecen cursos de Filosofía Práctica,  así como una variada agenda de actividades culturales y de Voluntariado. Contáctanos al Tel.: 2232-0727 y Visítanos en:  www.acropolishonduras.org