Enfrentando y
Aprendiendo de la Señora Soledad
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo, porque para
andar conmigo
me bastan mis pensamientos… Lope de Vega.
La soledad es uno de los problemas palpitantes y
delicados del alma humana que afectan a todos, independientemente del género,
edad, situación material, nivel intelectual o títulos adquiridos. No existe ni
una sola persona que pueda presumir de no haber sentido nunca en su propia piel
ese estado interno tan particular que puede ser a veces doloroso y a veces, por
el contrario, muy profundo y especial. Tema recurrente de poetas, cantores,
personas comunes y corrientes: TODOS han cuestionado a la vida sobre el porqué
de su soledad… Ciertamente la soledad es un tema que ocupa y preocupa al hombre
de hoy y de siempre; aunque de ello no se quiera hablar mucho… En realidad muy
pocos se atreven a reconocer serenamente su soledad; en cambio, muchos, viven
haciendo esfuerzos por disimular, ocultar o huir del “terrible estigma de estar
solo”…
¿Por qué y en qué situaciones el hombre puede
sentirse solo? No es fácil responder a esta pregunta. En realidad el problema
de la soledad recuerda en algo a un enorme iceberg. Existe una pequeña parte
bien vista y perceptible para todos. Pero hay también otra parte, mucho más
grande, sumergida en el agua, que queda fuera del alcance de la vista humana y
de las leyes de la lógica mental.
La soledad puede llegar intempestivamente o ser el
estado crónico de un solitario empedernido. Aparece cuando faltan contactos con
el mundo circundante o con otras personas con las cuales se siente cierta
afinidad. Algunos se sienten solos por no tener en la vida a un compañero o
compañera realmente querido con quien poder compartir las penas y alegrías.
Otros quieren simplemente ser amados, ocupar un lugar principal en la vida de
alguien. Y otros no son aptos de encontrar a alguien capaz de compartir sus
pensamientos, sentimientos, sueños recónditos y aspiraciones.
Se puede experimentar soledad en cualquier ocasión
o circunstancia. El que se encuentra en medio de una multitud de personas puede
sentirse más solo, que quien decide aislarse intencionalmente en una montaña.
Pero, ¿por qué razón, en una época donde se tiene al alcance posibilidades
infinitas para estar en contacto con el mundo entero- por ejemplo, las muy
populares redes sociales del mundo virtual- siguen hombres y mujeres, aún,
sintiéndose abrumadoramente solos? ¿Quién(es) indican que alguien está, en
efecto, “solo”? Normalmente siempre existirá una presión, por así decirlo, para
buscar y encontrar la compañía de alguien, ya sea en una pareja o a través de
“grupos de amigos”. La sociedad y los medios masivos, la familia misma y toda
una serie de ideas preconcebidas, llevan a las personas a aceptar toda suerte
de relaciones deformes con tal de no estar solos.
Por lo tanto hace falta preguntarse, ¿De dónde
viene la necesidad imperiosa por acudir en desesperación, casi dolorosa, a
extirpar la soledad? Una palabra define la cuestión: MIEDO.
El miedo a la soledad es natural y muy comprensible,
pero a menudo se convierte en una fuente de decisiones erróneas, estados
psicológicos verdaderamente tortuosos y desaciertos motivados por razones muy
diversas y discutibles.
Si se observa cómo se manifiesta el miedo a la
soledad se constatará que está siempre ligado a una necesidad básica del ser
humano: sus relaciones con otras personas. “Si tengo relaciones no me siento
solo, y si no llego a tenerlas me siento frustrado”. Al seguir la lógica de
esta idea, correcta en su base pero superficial en su esencia, sin tratar de ir
al fondo del problema -lo que sucede en la mayoría de los casos- resulta que el
bienestar y tranquilidad así como la percepción de la felicidad, no dependen
propiamente de cada individuo, sino de otras personas.
Se depende en mayor o menor grado de la reacción
del otro, de su disposición hacia “nosotros”, de sus signos de atención, de su
apoyo, comprensión y ayuda. La presencia de todo esto hace felices a quienes lo
buscan, les ayuda a vivir y a sentirse personas válidas y realizadas en la
vida. Por el contrario, cuando faltan las manifestaciones externas de este
tipo, se pierde el equilibrio y la seguridad propia, se cae en depresión, se
experimenta vulnerabilidad, se sufre con
heridas abiertas: En definitiva, se pierde el sentido y la alegría de vivir
(cualquier parecido con la realidad es pura ficción…). Como en este caso la
felicidad depende menos de cada individuo en sí mismo y mucho más de las circunstancias
externas y de cómo los van a tratar los otros, el miedo a la soledad adquiere formas
muy particulares: Dependencia emocional, egoísmo, ansiedad…
No obstante las razones desalentadoras, medianamente
expuestas, ¿existirá forma alguna de adaptarse,
superar y hasta aprender de los estados de soledad? Creemos que sí.
Las oportunidades que ofrece la soledad a los
individuos que se atreven a aceptarla, son invaluables.
·
Una de ellas es el auto-conocimiento. Y es que en
los estados de aislamiento, la soledad es capaz de confrontar a cada cual con
sus complejos y temores más profundos, asimismo es una llave que posibilita el
encuentro con las potencialidades del Alma.
·
El estar solos puede ser una oportunidad para
ayudar a otros; pues en la medida que se deja a un lado el dolor propio las
personas alrededor cobran vida e importancia.
·
Los momentos de soledad suelen ser ocasiones únicas
para emprender actividades que desafíen el propio “status quo”, o para iniciar
lecturas profundas de carácter sagrado, filosófico, y mejoramiento personal.
Y cuando se trata de superar
estos estados de aprendizaje es recomendable seguir algunos consejos prácticos
como:
·
Llenar la vida con acciones generosas impulsadas por
un Ideal que ilumine la vida y la de otros, siempre será un medio para superar
las angustias de la soledad.
·
Pensar en los demás y emprender acciones sociales y
de ayuda humanitaria hacia el más necesitado.
·
Tener un hobby que alimente estos espacios de
soledad con elementos de crecimiento interior como la lectura idealista, la
jardinería o el deporte
·
Evitar películas o lecturas que sumerjan las
emociones en una espiral de confusión.
·
Recordar el don de La Esperanza aquella dosis de paciencia y de fe que permite superar
los momentos para lanzarse hacia un futuro mejor.
·
Disfrutar
quedando en silencio, deteniendo por un momento la actividad febril y
animándose a penetrar los secretos insondables que la soledad tiene para contar
La vida con toda su intención pedagógica puede
alternar momentos de cálida compañía con momentos solitarios, y a cada uno de
ellos hay que saber adaptarse cumpliendo el rol que corresponde temporalmente…
Si por ahora, el caso es el estar solo, bien vale la pena continuar caminando
serenamente con ésa amiga, fría o dulce, según se quiera asumir, llamada: Soledad.
Micro Cápsula
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