Cara a cara. Las Relaciones Humanas
Los seres humanos vivimos en continua
interrelación. Desde la pequeña familia nuclear hasta la gran familia de la
Humanidad, debido a los nexos existentes entre sus componentes, los hombres.
En la última década ha cobrado mayor
importancia el estudio y desarrollo de las relaciones humanas como un medio
para hacer al hombre más eficaz en su trabajo y para utilizarlo mejor. Este
aspecto negativo del fenómeno no debe impresionarnos, sino más bien servirnos
de estímulo para crear y acrecentar la parte positiva que encontramos en la
nueva importancia que han tomado las relaciones humanas.
El siglo XX, en su vertiginoso avance
técnico, fue despreciando poco a poco el valor del Yo, y su particularísimo
aporte a la vida, creó un sistema deshumanizante en el que el hombre tiene un
valor como elemento mecánico y pasivo. Esta antinatural situación ha creado
tales problemas en el interior de la sociedad que en la última década se ha
visto un intento de retorno al humanismo, pero a un humanismo utilitario que
busca y revela el valor del hombre como un objeto del cual se puede extraer el
máximo potencial con el fin egoísta de transformarlo en un buen productor y un
buen consumidor.
En medio de un mundo epidérmico que
contiene miles de opciones de vida para el hombre materialista y superficial,
pero casi ninguna para el hombre espiritual, las vivencias de bienestar y
felicidad están asociadas únicamente a los deseos satisfechos, acontecimientos
y metas alcanzadas, placeres corporales, etc. Sin embargo, el hombre interior
reclama su parte, y medio ciego, sordo y mudo, busca por instinto una salida a
la luz espiritual y un encuentro cara a cara con su Yo, que es también el Yo de
quienes lo rodean.
Surge la posibilidad de encontrar un destello
de verdad en los ojos del otro y cobra nueva importancia la relación humana y
la comunicación; y como es un ser poco diestro en relacionarse consigo mismo,
también lo será en sus relaciones con los demás.
Comunicación y conocimiento de sí mismo
Se dice que a mayor comunicación,
mejores relaciones. Sin embargo, el conocimiento de sí mismo es un complemento
esencial de toda comunicación y de toda relación. Los grandes problemas entre
los hombres muchas veces se resumen en una deficiente o inexistente comunicación.
Pero, ¿quién podrá ser tan poco práctico como para entorpecer conscientemente
la relación con los otros? Al parecer nadie quisiera no ser entendido pero
ocurre con demasiada frecuencia.
Uno de los primeros obstáculos para el
autoconocimiento es que nuestra educación nos ha dejado la lamentable herencia
de buscar fuera lo que se debe buscar dentro, y el sendero interior es
comprendido por millones de hombres como un conjunto de fenómenos físicos
perceptibles a través de los sentidos. Y, lo que es más, es concebido como una
historia posible de novelar, “para que todos sientan lo que yo siento”.
La mente y el corazón de este
desconcertado y solitario humano están cerrados herméticamente y la llave de
oro para el proceso de autoconocimiento y auténtica relación con los demás es
el Amor.
Del Amor se van a generar la confianza,
la autovaloración, la tolerancia, la paciencia y otras mil virtudes necesarias
para vivir y para que realmente se pueda dar una transformación hacia el Mundo
Nuevo.
Amar al otro, entender al otro
No es posible introducirse en el mundo
interior de nadie si previamente no se tiene un interés y un nexo con él. Este
interés ha de ser necesariamente inegoísta y con miras a dar algo, a dejar
algo, a aportar una parte de sí al proceso del otro.
Aprender a escuchar es lo primero si
pretendemos comprender. Como todos los hombres vemos el mundo desde nuestra
perspectiva, fácilmente caemos en la falta de ecuanimidad cuando se trata de
valorar otros puntos de vista. La falta de cortesía, el juicio superficial y la
generalización son acérrimos enemigos de la legítima comunicación cara a cara,
pues estamos tratando de ganar terreno en la búsqueda de la Verdad, de
comprender, de unir para extraer lo mejor, no de ganar una absurda carrera en
la que está en juego nuestro orgullo personalista.
Dar algo de sí
Es necesario estar dispuesto a hacer
todos los esfuerzos posibles para entablar una relación positiva y
profunda, pues no se trata de rozarse con la gente para guardar una apariencia,
sino compartir el Ser-Humanidad y aceptar que cada cual será diferente en
cuanto a experiencias, virtudes, carencias, sentimientos, obras, y no solamente
aceptarlo, sino estar dispuesto a entregar algo de sí mismo: comprensión,
tolerancia, prestar oídos a sus ideas y sentimientos, amistad, en una palabra,
Amor, para que se transforme en el corazón de quien lo recibe en una bocanada
de aire puro que le haga saber que hay quienes pueden expresar y vivir
sentimientos profundos sin avergonzarse de ello o sentirse pasado de moda. Es
fundamental no poner condiciones pues en este caso no se está dando sino
cambiando, negociando algo que no es legítimo negociar.
El lenguaje que hay que utilizar debe
ser en lo posible sencillo y profundo a la vez, pues la abundancia de tecnicismos,
modismos y términos especializados carece de universalidad. Cuando el
lenguaje está cargado de ironías puede ofender o menoscabar si no se utiliza de
una manera atinada. Paciencia y amabilidad con quienes se comparte el diario
vivir son excelentes muestras de amor y nobleza.
Fraternidad
Estas ideas no pueden operar en la práctica si no se está poderosamente involucrado con la de la Fraternidad, que es una actitud ante la vida que nos hace participar del Ser-Humanidad. Implica la aceptación de las personas tal como son, reconociendo sus potencialidades, y por difícil que parezca, el amor y respeto por las personas. Esta es una actitud activa y digna de practicarse continuamente y en todo grupo al que se pertenezca. La Fraternidad reconoce las diferencias entre los hombres pero también la unidad; es una relación humana profunda que no acepta la posesión ni la mediocridad en los sentimientos. Las Relaciones Humanas son fundamentales para el desarrollo del hombre y la civilización. Sin una debida profundidad provocan en el hombre angustia y vacío. No tienen sentido si no están basadas en el profundo sentimiento del Amor y si no buscan una legítima comunicación y acercamiento entre las personas.
Estas ideas no pueden operar en la práctica si no se está poderosamente involucrado con la de la Fraternidad, que es una actitud ante la vida que nos hace participar del Ser-Humanidad. Implica la aceptación de las personas tal como son, reconociendo sus potencialidades, y por difícil que parezca, el amor y respeto por las personas. Esta es una actitud activa y digna de practicarse continuamente y en todo grupo al que se pertenezca. La Fraternidad reconoce las diferencias entre los hombres pero también la unidad; es una relación humana profunda que no acepta la posesión ni la mediocridad en los sentimientos. Las Relaciones Humanas son fundamentales para el desarrollo del hombre y la civilización. Sin una debida profundidad provocan en el hombre angustia y vacío. No tienen sentido si no están basadas en el profundo sentimiento del Amor y si no buscan una legítima comunicación y acercamiento entre las personas.
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