domingo, 6 de mayo de 2012


Vivir con Filosofía

Hoy, tal vez, a muchos siglos de distancia de Pitágoras, de aquellos filósofos considerados utópicos, la filosofía, en líneas generales, es algo bastante diferente; lo he experimentado de manera personal estudiando en la facultad, como una insatisfacción permanente. Hoy, filosofía es algo muy abstracto; son muchas palabras y muchos conceptos difíciles, y cuando la gente se queda con esta idea de la filosofía, huye de ella. Hoy, filosofía es casi Historia de la Filosofía, es un repaso a todo lo que han pensado todos los filósofos de todos los tiempos. Eso sí, acatando ciertas normas, porque en todo momento hay filósofos que son muy buenos, muy notables, y hay otros que son prohibidos, malos, nefastos. Pasarán unos años y los nefastos serán los buenos, y los que hoy se consideran buenos pasarán del otro lado: también la Historia de la Filosofía tiene modas.
Hoy, la filosofía no se considera algo práctica, algo útil para la vida. Esa idea de falta de aplicación, esa idea de que la filosofía es una utopía, de que no sirve para nada, ha hecho que tuviéramos que padecer, sobre todo en parte del siglo pasado y en éste, en que muchas ideas materialistas han ido avanzando, las consecuencias de este mito que es la filosofía. Por ejemplo, el caso de España y otros países, no muchos por suerte, que han decidido quitar esta materia de los planes de estudio, porque 

¿para qué sirve?

Consecuencias: que la gente intenta evitar la filosofía de la misma manera que el que no ha aprendido a vivir intenta evitar el estar a solas consigo mismo. Hay mucho vacío interior, mucha inseguridad, y no debe extrañarnos en absoluto que haya tanta corrupción, tanto desorden, tantas catástrofes naturales, porque cuando el ser humano no encuentra un eje dentro de sí mismo, no tiene cómo salir adelante.
Treinta años en Acrópolis, estudiando filosofía, y unos años antes en la facultad, son muchos años dedicados a ella, y aunque me digan que es teórica y que no sirve para nada, yo me sigo diciendo: pero, y las grandes preguntas, las grandes inquietudes… ¿dónde se contestan? ¿Qué hacemos con aquello que nos asalta cuando uno se encuentra a solas consigo mismo: y por qué la vida, y por qué la muerte, y por qué el dolor, y por qué envejecemos, y por qué nos pasan las cosas que nos pasan? ¿Por qué hay sufrimiento, y por qué se puede pasar del sufrimiento a la alegría y de la alegría al sufrimiento, y qué es lo que nos conduce como un viento de una cosa a otra? ¿Por qué tenemos temores y por qué dudamos…? 

Y cuando surgen estas preguntas, o las respondemos o viviremos perpetuamente angustiados porque habremos echado una cortina delante de nuestros ojos intentando no ver lo más importante. Cuando hay interrogantes, no hay más remedio que preguntar. Cuando Sócrates decía: “Sólo sé que no sé nada”, no lo decía por conformarse con no saber nada. Es un reconocimiento de lo que no se sabe y un punto de partida: “Voy a saber más porque necesito más”. Aunque pasen los siglos, el ser humano se seguirá planteando estos interrogantes. Y basta que nos exijan una respuesta para que la filosofía se vuelva útil y práctica, y necesaria. La filosofía es la gran educadora; es la que nos enseña a vivir. Lo más difícil de todo, que es vivir, casi nadie lo enseña. No vamos a llegar a ser sabios, pero por lo menos tendremos algunos temores menos, algunas dudas menos de las que teníamos antes; no vamos a mirar a la gran Verdad, pero empezaremos a tener algunas certezas.
El quién soy, qué hago aquí, para qué estoy, de dónde vengo y adónde voy, es una forma de aprender a vivir; el arte de vivir es contestarse día a día a esas preguntas. Es entender por qué sufrimos, por qué hay dolor. Los filósofos orientales, tan viejos que a veces no sabemos ni qué fecha ponerles, decían que el dolor es vehículo de conciencia. Cuando uno es feliz y ríe, difícilmente se pregunta: “¿por qué me pasa esto a mí?”. Parece ser que los humanos aprendemos cuando algo nos duele, y el arte de vivir nos enseña que cada vez que sufrimos, hay que detenerse y preguntar:

                                                                       
 “¿por qué sufro, qué me está intentando enseñar la vida en este momento? ¿Qué hay detrás de este dolor? ¿Qué experiencia importante puedo extraer?”. 
Cuando un filósofo está aprendiendo a vivir, se le pone una prueba, y si la supera, sabe que cuando llegue la siguiente, podrá pasar por encima y querrá aprender algo más de la vida.
Este arte de vivir incluye también algo tan importante como valorar la vida y a todos los seres vivos. No es posible escuchar que haya gente joven que diga: “Yo no he pedido venir a la vida”, como si fuera un reproche. Un reproche ¿a quién? No sé si hemos pedido venir a la vida: estamos aquí, y hay que aprender a valorarla, porque es un magnífico regalo. No se puede pasar por la vida dejando que nos arrastre; tal vez esto también constituya el arte de vivir. En lugar de ser un tronco de árbol a la deriva en un río, tener la capacidad de construir una barca con el tronco, unos remos, y poder dirigirnos a nosotros mismos a través de la corriente.

Esta filosofía, y este arte de vivir, ¿es para unos pocos? No; es para todos. En todo momento, en todos los lugares, nos hace falta  algo que nos dirija en este arte de vivir… Nos hace falta un camino. La filosofía nos enseña a valorar ese camino. Ya que hemos hablado de filosofía, tengo que hablar de educación. He ido a un diccionario a ver lo que es educación, y me encuentro cosas tan bonitas como dirigir, encaminar, adoctrinar; y he pensado: “¡Esto está muy bien en el diccionario, pero según dónde se diga puede sentar bastante mal!”, porque nadie quiere ser dirigido, ni encaminado ni adoctrinado. Hoy todo el mundo pretende ser libre, antes que aprender. Queremos ser libres antes que saber. Sin embargo, educar es eso: es encaminar, es dirigir, es saber llevar, y solo puede educar el que tiene alma de educador, porque sabe encontrar lo que hay dentro de la persona, sabe desarrollar, engrandecer todos esos valores que a veces permanecen callados, escondidos, y si uno no tiene el valor de extraerlos, permanecerán callados y escondidos a lo largo de su existencia.

El fundador de Nueva Acrópolis, Jorge Angel Livraga, hablaba mucho sobre la educación. Él decía que el papel de la educación es hacer surgir las cualidades intrínsecas del individuo. Y este papel de la educación de hacer surgir viene, precisamente, de la raíz latina educir; es sacar de dentro hacia fuera. Platón decía que el filósofo hace las veces de una partera: hay una partera que nos trae a la vida con el nacimiento, y hay un filósofo, alguien, que nos da la vida el día que nos ayuda a extraer lo que llevamos dentro, hilar nuestras vidas, a unirlas, a poner orden en nuestros sentimientos y a dirigir nuestra vida con cierta seguridad; y seguía diciendo el Señor Livraga que la verdadera pedagogía es aquella que despierta el potencial de aprender: educa sin reformar, informa sin mentir, despierta el alma y las fuerzas interiores que existen en todos los seres humanos.
La ciencia de la educación platónica se resumía en cuatro virtudes, que eran tan valiosas hace miles de años como ahora: valor, templanza, prudencia y justicia. Valor no es ser temerario; es poseer fortaleza, es saber estar vivo con dignidad. Templanza es la capacidad de mandar sobre nosotros mismos, es encontrar el justo medio, el equilibrio; es un equilibrio alto, elevado. Prudencia es una palabra que se puede interpretar de maneras muy distintas: el ser prudente es ser sabio; sólo el que sabe es prudente. El que ignora es imprudente y se arroja en brazos de la vida de cualquier manera. Confucio decía que el hombre prudente piensa las cosas dos veces: una es muy poco, y tres, una exageración. Dos veces, lo justo. Eso es prudencia, eso es sabiduría.

Una buena educación forma y transforma. Una buena educación es alquimia interior; no podemos ser igual antes de aprender como después. Y si somos iguales es que no hemos aprendido nada, es que hemos memorizado un montón de cosas y no sabemos nada. Esa educación formativa, de transformación,  no es una educación de forzar a la gente; no se puede torcer la personalidad humana. En todo caso, es una educación que nos tiene que liberar de muchas ataduras y de muchas deficiencias, y de muchas inseguridades y temores. Cuando uno puede soltar estos lastres, desamarrar la embarcación, el alma se siente libre. Esa educación formativa tiene que ayudarnos, tenemos que aprender a aprender. Y tenemos que aprender con la práctica, porque nos estamos haciendo muy sedentarios. Demasiado. Nos falta la experiencia. Hay que llegar a ser uno mismo. Encontrarse pequeño y saber que eso es mucho más hermoso que no encontrarse y no saber dónde está lo que llamamos “yo”, dónde está el “yo soy”.
A todos nos gusta llegar al fondo de nosotros mismos, y cuando se llega, emerger con las manos llenas para poder abrirlas hacia los demás, a un mundo de seres vivos llenos de amor; en una palabra: filósofos a través de la educación, vivos a través de la filosofía.
Delia Steinberg Guzmán
Directora Internacional de Nueva Acrópolis.

Nueva Acrópolis - Honduras
Organización Cultural internacional

Micro Cápsula:
Nueva Acrópolis, organización internacional sin fines de lucro de carácter filosófico y cultural. Ofrecerá un un show demostrativo sus cursos permanentes: Tai Chi y Danza Árabe, el sábado 29 de agosto, costo L.50.  Para mayor información llamar al  tel. 232-0727
Frases a Resaltar
“Y las grandes preguntas, las grandes inquietudes… ¿dónde se contestan? ¿Qué hacemos con aquello que nos asalta cuando uno se encuentra a solas consigo mismo: y por qué la vida, y por qué la muerte, y por qué el dolor, y por qué envejecemos, y por qué nos pasan las cosas que nos pasan?”
Cuando Sócrates decía: “Sólo sé que no sé nada”, no lo decía por conformarse con no saber nada. Es un reconocimiento de lo que no se sabe y un punto de partida: “Voy a saber más porque necesito más”
“El quién soy, qué hago aquí, para qué estoy, de dónde vengo y adónde voy, es una forma de aprender a vivir; el arte de vivir es contestarse día a día a esas preguntas”
“El papel de la educación es hacer surgir las cualidades intrínsecas del individuo.”
“La ciencia de la educación platónica se resumía en cuatro virtudes, que eran tan valiosas hace miles de años como ahora: valor, templanza, prudencia y justicia.”
“Cuando un filósofo está aprendiendo a vivir, se le pone una prueba, y si la supera, sabe que cuando llegue la siguiente, podrá pasar por encima y querrá aprender algo más de la vida”



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