viernes, 29 de noviembre de 2013

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Platón
Platón
Hijo de Aristón, descendiente del rey Codro y de Perictione, que era descendiente de Solón, el gran legislador, nació en Atenas en 429/28 a.C. y muere el año 347 a.C. En realidad se llamaba Aristocles y Platón fue un apodo que significa "el de anchos hombros".
Al parecer ese mote se lo asignó Aristón, su maestro de lucha. Según Diógenes Laercio, nació el 7 de Targelion, que corresponde al mes de Abril, si bien la Academia neoplatónica florentina celebraba su aniversario el 7 de Noviembre. Tuvo dos hermanos, Adimanto y Glaucón y una hermana, Potona, que fue madre de Espeusipo, su sucesor en la Academia.
Poco sabemos de su primera juventud, más que cultivó la lucha, la pintura y componía ditirambos, cantos y tragedias. Su primer maestro de Filosofía, según indica Aristóteles, sería Cratilo, discípulo a su vez de Heráclito. A los veinte años de edad conoce a Sócrates, el cual el día anterior había soñado con un polluelo de cisne que levantaba el vuelo. Con él permanece hasta la muerte del maestro, en total ocho años.
Según él mismo evoca en su Carta VII, durante su juventud quiso dedicarse a la política, deseoso de intervenir en la vida pública en una época de decadencia y crisis de su ciudad.
El proceso y muerte de Sócrates imprime un giro en la trayectoria vital de Platón y se inicia un período de búsqueda, de aprendizaje y también de identificación con escuelas filosóficas muy significativas, probablemente también de iniciación. Deja Atenas y se traslada a Megara, a escuchar a Euclides, después a Cirene, donde aprende matemáticas con Teodoro y en Italia se hace discípulo de los pitagóricos Filolao y Eurito. Por último, su periplo viajero le lleva a Egipto, donde contrae una grave enfermedad y es curado por los sacerdotes sumergiéndolo en el mar, si bien puede tratarse en este caso de un ritual que aludiría a su iniciación en los misterios egipcios.
A su regreso de Egipto vuelve a dirigirse primero a Cirene y luego a la Magna Grecia, visitando Tarento y Siracusa, dos ciudades decisivas en su biografía. La primera, gobernada por el pitagórico Arquitas, le ofreció el modelo del gobierno de los filósofos y todo el sistema pitagórico, esencial en su obra filosófica. Es Arquitas, el príncipe filósofo el que le pone en contacto con Dionisio, tirano de Siracusa. Se inicia una relación con el tirano Dionisio el Viejo y su sobrino Dión llena de vicisitudes, que acabó con su venta como esclavo en Egina, liberándole Aniceris de Cirene.
Tras su liberación, llega Platón a Atenas y se inicia un largo período de enseñanza y de investigación de unos cuarenta años de duración, interrumpido apenas por dos viajes a Siracusa, en 366 y 361. Surge entonces la Academia, su escuela filosófica en un modesto gimnasio situado a unos tres kilómetros de la puerta de Dpylon y cerca del barrio de Colono, en el que había nacido Sófocles. Entre los discípulos de Platón, además de Espeusipo, ya citado y Aristóteles, se cuentan dos mujeres: Lastenia, de Mantinea y Axiotea, filasia, la cual iba vestida de hombre.
Obras
Los escritos de Platón toman forma de diálogos o de Cartas, haciendo gala de un estilo pulcro y exquisito, afinado para expresar de la manera más racional los más abstractos misterios del conocimiento. Sus argumentos filosóficos aparecen tras las intervenciones de Sócrates y otros sabios como el pitagórico Timeo, interlocutores de sus conversaciones.
Entre las posibles formas de catalogar a sus treinta y cinco diálogos y trece cartas, llevadas a cabo por tantos siglos de comentarios y discípulos del Divino Platón, como se le llamaba en el Renacimiento, la clasificación cronológica parece la más relacionada con la trayectoria vital del filósofo:
l. Periodo socrático: Apología de Sócrates, Critón o del Deber, Ion o sobre la Ilíada, Laques o del Valor, Lisis o de la Amistad, Cármides o de la Sabiduría Moral, Eutrifón o de la Piedad.
2. Período de transición: Eutidemo o el Discutidor, Hipias menor o de lo Falso, Cratilo o de la Exactitud de las Palabras, Hipias mayor o de lo Bello, Menéxeno o de la Oración Fúnebre, Gorgias o de la Retórica, República I o de la Justicia, Protágoras o los Sofistas, Menón o de la Virtud.
3. Período de madurez: Fedón o del Alma, El Banquete o del Amor, República II-X o de la Justicia, Fedro o de la Belleza.
4. Período de la vejez: Parménides o de las Ideas, Teeteto o de la Ciencia, Timeo o de la Naturaleza, El Sofista o del Ser, El Político o de la Realeza, Filebo o del Placer, Critias o la Atlántida, Las Leyes o de la Legislación y Epinomis o el Filósofo.
En el fresco alegórico de la Filosofía que pinta Rafael de Urbino titulado "La Escuela de Atenas", aparece Platón sosteniendo el texto del Timeo, significándose así la obra más significativa de la filosofía platónica, y una de las más estudiadas a lo largo de los siglos, cargada de referencias pitagóricas y de una sabiduría mistérica en torno a la doctrina del Alma del Mundo.
Platón y la filosofía
Podemos afirmar que Platón otorga una transposición filosófica a la tradición mistérica, como cuando recurre a los conceptos de reminiscencia y purificación. Al respecto expone dos principios: el de la transmutación progresiva del ser a medida que se eleva del mundo sensible hacia el mundo inteligible y el de la Teofanía o unión del alma con lo divino.Ver Banquete y la intervención de Diótima.
El filósofo platónico es como Eros hijo de Poros y de Penia. Sólo los dioses son sabios. El filósofo está a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia, porque es consciente de su ignorancia. En el banquete se da la definición de filosofía como amor deseo de la sabiduría. El filósofo no es solo un intermediario sino un mediador, pues revela a los hombres algo que procede del mundo de los dioses, del mundo de la sabiduría. La filosofía, en el Banquete aparece como una experiencia del amor. "Es la sabiduría una de las cosas más bellas y el Amor es amor respecto de lo bello de suerte que es necesario que el Amor sea filósofo y, por ser filósofo, algo intermedio entre el sabio y el ignorante", afirma en el diálogo citado, por boca de Sócrates. Los filósofos son, como el Amor, intermediarios entre los dioses y los hombres. El Amor es la aspiración de los hombres a la felicidad. Es el deseo de inmortalidad, el impulso de la inteligencia hacia la idea del Bien.
La filosofía también es un ejercicio de la muerte, ya que la muerte es la separación del alma del cuerpo, que es lo que el filósofo se esfuerza en lograr. El filósofo es el que conoce verdaderamente la ciencia de morir.
En el Teéteto describe el modo de vida del filósofo consistente en llegar a ser justo y santo en la claridad de la inteligencia. La ciencia para Platón no es nunca teórica: es transformación del ser, virtud, también afectividad.
En su diálogo Parménides habla de la relación entre las ideas y las cosas. Platón habla de la participación de las cosas en las Ideas. Concilia tal principio al decir que lo que existe, la realidad, no es ni pura unidad ni pura multiplicidad.
La doctrina de las Ideas es el núcleo central de la filosofía platónica, y también el aspecto más controvertido por Aristóteles y sus seguidores. Las ideas son la verdad de las cosas, la esencias que sostienen la realidad, los modelos que rigen el cosmos. El alma puede acceder a las ideas, apenas se libera del condicionamiento del mundo sensible y descubre que la realidad perceptible no es más que la sombra de las ideas. La interpretación de la relación entre las ideas y las cosas ha llevado a plantearse si Platón defiende un inmanentismo o una posición trascendente que separa las esencias de las cosas, aunque en realidad concilia estas dos interpretaciones aparentemente antagónicas.

jueves, 14 de noviembre de 2013

El Eterno Buscador

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No se puede hablar de filosofía sin hablar del filósofo: no se puede mencionar el mundo de las ideas sin hablar del hombre que es capaz de vivir esas ideas. Así, si tuviésemos que destacar una de las características fundamentales del filósofo, del hombre de Sabiduría, diríamos que reúne las condiciones del eterno buscador. Es un hombre de conquista, que dejará de buscar cuando, por fin, llegue a la Sabiduría; y no sabemos si entonces buscará otras cosas, hoy incompresibles e inasequibles para nosotros.
El filósofo es como un sabueso que va por los campos y bosques, por las montañas y por los ríos de la de la vida, detrás de unas huellas muy especiales. Busca el conocimiento real de todas las cosas. Se busca a sí mismo. Busca la Verdad, Busca, en una palabra, a Dios como raíz universal.
Pero, ¿por qué es tan largo y dificultoso su camino? ¿Acaso la Verdad no está en este mundo en que vivimos? ¿Es que Dios no se deja ver aquí? ¿Es necesario atravesar un infinito desierto nuestra vida manifiesta, nuestro entorno histórico, nuestras circunstancias para encontrar lo que buscamos más allá de estas fronteras? No.
Creemos que Dios y la Verdad están en este mundo, en nuestro ambiente, en nuestros logros y en nuestros problemas. Pero están cubiertos por una espesa capa de fango. Quedan disimulados bajo figuras grotescas, a tal punto que en muchas ocasiones la mentira ocupa el lugar de la Verdad sin que aparentemente nadie pueda desenmascararla; y el vacío interior y el descreimiento ocupan el sitio de los naturales impulsos del espíritu humano.
La habilidad del filósofo buscador consiste en hallar aquí y ahora, en medio de los errores y la ignorancia, en medio de la oscuridad y las trampas, aquellas realidades ocultas que esperan el esfuerzo de los hombres valientes para llegar a refulgir con todo su poder.
Se impone buscar, sin cansancio, sin desperdiciar la menor oportunidad de descubrir luces entre las tinieblas, de encontrar unas gotas de felicidad aun en medio de las desdichas, una partícula de Verdad entre tanta desorientación.
Lo importante es la meta, es usar los sentidos y la inteligencia como guías para llegar a ella.
El que sabe lo que busca y cómo hacerlo, ése es el FILOSOFO.
Delia Steinberg Guzmán
Micro Cápsula
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