sábado, 30 de julio de 2011

Editorial Cultura para Crecer: ¿Qué es el Karma?

¿Qué es el Karma?
La palabra en sí parece ser tan misteriosa e indefinible que crea la impresión que el karma es algo indefinido que es la causa de todo nuestro sufrimiento, infelicidad e infortunio.

La palabra es de origen sánscrito y significa “acción” o “hacer”. A medida que pensamos y actuamos, resultan de tal pensamiento y acción ciertos resultados. Por lo tanto, el karma es la ley de la causalidad. Cada motivación, actuando sobre nuestro medio ambiente o sobre las vidas de los otros o como sea que invoque la ley natural y cósmica, producirá ciertos efectos. No hay nada sobrenatural o arbitrario en esto. La ley natural es karma. Una piedra que se tira al aire es afectada por la gravedad, y el efecto es el retorno de la piedra a la tierra. Una palabra dura es una causa.

El efecto sobre aquel a quien la palabra es dirigida y su reacción a ella, es igualmente karma. La bondad demostrada hacia alguien y su reciprocación hacia el hacedor, es otro ejemplo de karma. Debemos reiterar que el karma, como causa y efecto, no es de todo adverso. Puede ser, y muchas veces lo es, también saludable.

El karma es la Ley de la Compensación que representa aquella forma de acción espiritual y mundana por la cual los pensamientos y acciones de los seres humanos son equilibrados. Este equilibrio puede compararse al proceso familiar de la naturaleza a través del cual uno cosecha lo que siembra.

El karma es una ley inmutable y funcionará en el distante futuro al igual que en el presente ciclo de tiempo. Creamos para nosotros en la vida futura muchas de las circunstancias a las cuales tendremos que enfrentarnos. Todo lo que ocurre en la vida se debe a alguna causa, y toda causa tiene su efecto definido. No le podemos hacer un bien o un daño otro ser humano, o siquiera a un animal, sin que algún día y en algún modo hacer justa compensación o recibir justa recompensa por nuestro acto.

Al observar y analizar cuidadosamente los sucesos en el curso de nuestras vidas, muchos de nosotros hemos aprendido que creamos para nosotros eventos y condiciones en el futuro por los pensamientos que mantenemos y expresamos, por los motivos tras de nuestros actos y por los actos en sí. También hemos aprendido que no hay manera de evadir la Ley del Karma excepto haciendo compensación, sea antes que la ley nos fuerce a hacerla o cuando la exigencia de la ley está sobre nosotros.

Ninguna maldad o bondad, ningún pensamiento o acción injusto o justo, acto despiadado o piadoso, escapa vez alguna a los archivos kármicos o queda sin compensación. Podrá tomar meses o años antes de que los resultados inevitables de nuestros actos sean traídos a casa, pero la ley es positiva y segura en su funcionamiento.
El hombre y sus leyes arbitrariamente hechas para la conducta cívica y moral de la gente, podría tratar de compensar a los individuos por sus actos, pero tal compensación nunca es tan justa, piadosa, segura y eficaz como la inevitable operación de la Ley del Karma.

Hemos dicho que la ley es inmutable. Esto significa que es un principio o ley divina creada por Dios y no es contraria a sus principios divinos de piedad, justicia, perdón y amor.
La ley de la Compensación no es una cosa ciega, mecánica, que exige ojo por ojo, como lo hace el hombre con su ley. Tal proceso nunca es completamente justo, nunca es piadoso, y lo que es más nunca es constructivo o beneficioso para el individuo y la sociedad. La Ley del Karma busca naturalmente ser constructiva y de beneficio para el individuo y la sociedad.

Generalmente se cree que todo el sufrimiento es kármico. Esta creencia indudablemente está basada sobre la falacia lógica muchas veces declarada así: “Todas las malas acciones llevan al sufrimiento; por lo tanto, todo el sufrimiento se debe a malas acciones”.

Si la Ley de la Compensación es justa, piadosa y constructiva, como debemos considerar que es si es una ley universal de origen divino, ella debe hacer compensación por las acciones buenas al igual que exigir ajuste por las malas. La justicia de la operación de la ley apela a nuestro buen sentido e inmediatamente hace resaltar lo absurdo de la idea que la Ley de la Compensación es solamente en forma de castigo por las malas acciones.

La palabra karma es una palabra desgraciadamente elegida como nombre para la Ley de la Compensación. Para muchos la palabra solo implica sufrimiento, o las pruebas y tribulaciones de la vida. No es un buen término porque, a no ser que nuestras buenas acciones fueran recompensadas, el hombre no se hallaría inclinado a vivir una vida noble, a hacerle el bien a los demás, y a construir libremente al progreso constructivo de la civilización. Si el hombre solamente fuera castigado por el mal que hace, no sería desviado en sus acciones malvadas ni movido a hacer el bien en lugar del mal.
La mayoría de las leyes arbitrariamente hechas por el hombre, relacionadas con nuestra conducta social, moral y cívica, proveen formas de castigo para nuestros malos actos. Pero un repaso de la historia de la civilización prueba convincentemente que la amenaza del castigo por los malos actos no ha reducido el crimen ni la cantidad de mal hecho por quienes están inclinados a hacerlo.

Si retiráramos del plan de las cosas todo el elogio o compensación por el bien que se hace, pronto descubriríamos más mal que bien en el mundo, pese a cualquiera ley cósmica o hecha por el hombre para el castigo por hacer el mal. La operación de la Ley de la Compensación de por sí sola sería razón suficiente para que el individuo luchase por hacer el bien. Nuestros buenos actos, pensamientos y motivos traen sus ricas recompensas tan seguramente como nuestros actos y motivos malvados traen alguna forma de sufrimiento, castigo, negación o ajuste. Esto impresiona sobre nosotros el hecho que no podemos ser injustos, deshonestos y malvados hacia el hombre y Dios sin que la lección o el principio nos ha traído a nuestra atención en aquella forma y bajo aquellas condiciones cuando la corrección será más impresionante y constructiva.

Es absurdo pensar que todo el sufrimiento, la enfermedad, la congoja y la tal llamada mala suerte son un resultado kármico de algún acto o intento malvado o malo de parte nuestra o que todas las bendiciones, recompensas, alegría y tal llamada buena suerte son también el resultado kármico de buenas acciones, actos bondadosos y pensamientos constructivos de nuestra parte.

Hay muchas causas para nuestras malas fortunas que no tienen relación alguna con cualquier acto o pensamiento malvado o erróneo, llevado a cabo consciente o inconscientemente o expresado por nuestros, sea en esta vida o en cualquier vida previa. Entre tanto que es indudablemente cierto que nuestra posición en la vida, hoy en día, es gran parte el resultado de lo que hicimos y no hicimos en años o tiempos previos, por otra parte, la vida está diariamente está fraguada de recompensas y oportunidades inesperadas y aparentemente inmerecidas. Cada día traes sus pruebas y tribulaciones incidentales de ninguna causa que remotamente está asociada con el ayer, o cualquier año pasado de nuestra vida, o cualquier acto y pensamiento llevado a cabo por nosotros en cualquier momento previo.

Aunque los ejemplos nunca constituyen una evidencia seria para hacer una generalización útil, voy a utilizar un ejemplo para tratar de explicar la idea; supongamos que un tipo asesina brutalmente a alguien, podemos pensar de que el afectado es víctima de una acción kármica y debe haber cometido algún acto en su vida presente o previa que ocasionó esta desgraciada tragedia, es una idea enfermiza. Si vamos a creer que todo el sufrimiento que llega a nuestras vidas es totalmente decretado por la ley cósmica actuando como karma, entonces tendríamos que creer que el individuo que asesinó estaba actuando como un instrumento para la Ley del Karma y era un canal a través del cual operó la ley.

En otra palabras, si suponemos que lo que le ocurrió a la víctima fue cósmicamente decretado a través de la ley kármica, entonces el hombre acusado por la policía es, después de todo, un instrumento del Cósmico a través del cual opera una de las leyes divinas. Por lo tanto, éste no debería ser castigado por el hombre por lo que hizo, ni sufrir la Ley del Karma por el crimen que parece haber cometido. Ciertamente, sería injusto que la Ley de la Compensación elija un individuo para llevar a cabo un decreto divino del karma y asesine a determinada persona que no puede haber cometido ningún crimen en esta encarnación para merecer tal castigo, y entonces castigue el instrumento que el Cósmico seleccionó para llevar a cabo su decreto divino.

En otras palabras, ¿Puede usted consistentemente creer que la Lay del Karma es justa si selecciona y entonces causa y le da poder a un hombre para que cometa un crimen horrible en contra de la vida y la sociedad, y entonces lo castiga por cumplir la misión divina que fue decretada?
Si, por otra parte, usted quisiera inferir, como algunos lo harían, que como el hombre actuó como instrumento para el cumplimiento de la ley kármica se le debería dejar irse libre de cualquier ley hecha por el hombre o de cualquier castigo cósmico, entonces usted tendría que admitir que hay crímenes que un individuo puede cometer por los cuales éste nunca sería castigado y censurado, y no debería recibir ni siquiera censura de manos del hombre.

Dios y las leyes cósmicas, trabajando de acuerdo con el esquema de Dios de las cosas, tienen el derecho y la prerrogativa de otorgarle al hombre ciertas recompensas y ventajas inesperadas que le permitirán continuar su misión en la vida o ayudar a los demás. Estas ventajas pueden llegar de esta manera a individuos que no se las merecen a través de cualquier acto o pensamiento definido en el pasado.

Hay alguna causa, por supuesto, para los resultados que se han manifestado, pero esa causa no necesita ser solamente de una naturaleza kármica. Lo que el individuo hace con esas bendiciones y oportunidades puede ser la causa de futura acción kármica, pero no siempre son el resultado de alguna acción kármica. Los mismo es cierto de las cosas desafortunadas que llegan a nuestras vidas.

Indudablemente, muchas veces Dios nos otorga o envía premios y bendiciones, pruebas y tribulaciones para probarnos o darnos una oportunidad para probarnos a nosotros mismos, o contribuir al plan general de las cosas como un canal. Mucho bien ha llegado a las vidas de muchos individuos a través del sufrimiento, las pruebas y tribulaciones, sin la acción de la Ley del Karma. Crecemos en carácter y personalidad a través de las cosas que experimentamos, buenas y malas, felices e infelices.

El hacer a todas las experiencias de la vida un resultado directo de actos previos, sería poner a la vida entera sobre una base puramente mecánica, y no dejaría provisión para la intervención de Dios o la expresión espontanea de sus derechos y privilegios. Reduciría el plan universal de las cosas a un sistema sin inteligencia de acción y reacción, sin miramientos progresivos, sin consideración anticipadora, sin factor evolutivo y sin elemento divino de piedad y amor.
La pregunta inevitable se hará: “¿Cómo puede uno determinar si una condición que le ha ocurrido a un individuo, buena o mala, es el resultado del karma o de un directo decreto divino?” Permítame añadir que la causa de cualquier ocurrencia en nuestras vidas presentes no es tan importante como nuestra comprensión de la lección a aprenderse de ella.

Si recibimos una recompensa o una ventaja, agradezcámosle a Dios y al Cósmico por ella y comprendamos que, cualquiera que haya sido la causa que la acarreó, nuestro deber es ahora utilizarla desinteresadamente, con amor y constructivamente. Si la enfermedad o desventaja llega a nosotros, en lugar de buscar en el pasado remoto una causa probable deberíamos luchar por aprender la lección que la situación pueda incluir y hacer todo lo que podamos para vencer y dominar las condiciones. A través de esto, reforzamos nuestro carácter, añadimos a nuestra sabiduría y determinamos vivir de tal manera de no ganar nuevamente una experiencia similar a través de la acción kármica, y así estar preparados para enfrentarnos a tal contingencia en el futuro. De esta forma estaremos armonizando con la ley cósmica universal en usar de todas nuestras experiencias a buena ventaja para el beneficio propio de la humanidad en general.

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